
La crónica medieval está llena de relatos que mezclan religión, superstición y lo diabólico. Pero pocos son tan escalofriantes como el caso de la joven monja Madelaine Bavent.
Corría el año 1625 en el convento de Louviers, Normandía. Madelaine, apenas una adolescente de 18 años, acudió desesperada ante las autoridades del convento para denunciar que había sido llevada a la fuerza a un aquelarre por el director espiritual, padre Mathurin Picard, y su vicario, padre Thomas Boulle. Según confesó, allí fue “casada” con un demonio llamado Dragon y obligada a mantener relaciones con él sobre un altar, mientras dos hombres eran crucificados y destripados ante sus ojos.
A medida que la investigación avanzaba, otras dos monjas revelaron haber sido víctimas de los mismos sacerdotes, participando en rituales similares y manteniendo contacto con varios demonios. Cuando la causa se hizo pública, el padre Picard había fallecido, y las monjas fueron consideradas poseídas, tal como ocurría frecuentemente en casos de supuestos aquelarres. La iglesia decidió entonces realizar exorcismos.
La ceremonia congregó a multitudes. Las monjas provocaron escenas terroríficas: saltos, gritos, corridas, insultos y obscenidades, convulsionando mientras el padre Boulle, en su desesperación, también gritaba durante su tortura.
El desenlace fue brutal. Madelaine fue condenada a cumplir penitencia de por vida en la prisión episcopal. El padre Boulle fue ejecutado en la hoguera, y los restos del padre Picard fueron exhumados y quemados.
La Primera Guía de la Posesión
Este caso llevó a la iglesia a fijar por primera vez normas claras para determinar si alguien estaba poseído. La guía contemplaba 15 signos, entre ellos:
- Creerse poseído o llevar una vida malvada.
- Vomitar objetos inusuales, como serpientes o sapos.
- Blasfemar y pronunciar obscenidades.
- Actuar violentamente y emitir sonidos o movimientos animales.
- Conductas lascivas y fuerza física inusual.
- Mostrar miedo ante reliquias u objetos sagrados.
- No recordar nada después del trance demoníaco.
El caso de Madelaine Bavent no solo es un relato de terror medieval, sino también un hito en la historia de la iglesia, que documentó por primera vez criterios formales para identificar posesiones y exorcismos.
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